por Marcos Parada Escobar
“Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o
qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis.
¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?”
Marco, conocido por muchos como “Marquito”, recorre las calles de Diego de Almagro en tiempos de pandemia, junto a sus fieles perros de noble raza “pellejera”, tal cual lo ha hecho por años, sin restricciones, sin límites, puesto que nada lo detiene en su afán diario. Entonces ¿cómo imponerle cuarentena, si ni siquiera el frio invierno lo detiene, ni tampoco el sofocante calor del verano? Y recorre las calles sin mascarilla y no cumple la ordenanza municipal de lavarse frecuentemente las manos (Art. 4°, Decreto 1497/27.05.2019) ¿Qué diremos? ¡Que es un porfiado, un irresponsable! Así será no más- ¡Quién lo diría! “los burros hablando de orejas” (con el respeto, admiración y envidia que me merecen estos nobles seres –por las orejas, digo-).
“Marquito” no reconoce propiedad privada, se lleva lo que pilla. Carece del sentido del robo, puesto que actúa “poseído” por su maestro, su guía espiritual, más conocido como Diógenes. En efecto, los que han podido ir a su casa a recuperar las cosas que se ha llevado “por casualidad”, porque justo iba pasando por ahí”, han contado que tiene una bodega con cachureos y chatarra de todo tipo: “tiene acumulado de todo, todo le sirve”. Como cuestionarlo por su Mal de Diógenes siendo que hoy vemos a tantos de cuello blanco y corbata que “justo iban pasando por ahí”: por ahí afuera de un banco, de una AFP, de una farmacia, de un parlamento o de Aguas Chañar ¿En quién confiaremos más?
“Marquito” visita a las profesoras de la librería Todo Color para que le den tarea para la casa. ¿Qua pasará entonces con el estudio de Marco, en tiempos de pandemia? ¿Tele estudio? ¿Tendrá Marco que sentarse ahora frente a un computador? ¿Cómo estará su conexión a internet? ¿Qué motivará a Marco a ir a buscar su tarea para la casa? ¿Se preocupará por las notas? O ¿Se preocupará por el SIMCE, no querrá distorsionarlo con su bajo rendimiento? “Marquito” está fuera del sistema educativo, pero no por fuera de la vocación de las profesoras de la librería Todo Color, de la calle Juan Martínez, frente a la Plaza Manuel Rodríguez.
En tiempos de pandemia ¿Qué es Marco sin una misa o más bien, qué es una misa sin “Marquito”? En efecto, Marco participa de la misa, pero tiene su misa paralela, tiene sus propios momentos, sus propios rituales. No se le puede amarrar, no se le puede sentar ¿Querrá subirse al altar y pronunciar su propia misa? ¿A caso se aburrirá? Como saber, para seguirlo, tal vez sea un discípulo de aquel Maestro, el de las parábolas, o será el mismísimo Maestro interrumpiendo su propio recuerdo.
Un día por la mañana, de un lunes cualquiera, de un par de años ya idos y luego de lanzarme su inquisidora pregunta: ¿“me tiene lata don “marquito” Parada”? me dijo que había “salido tarde a trabajar”. Eran pasadas las ocho de la mañana y ya han pasado algunos años y aun me resuena su sentido del trabajo. Fue la enseñanza de un maestro que no quiere ser maestro. Marco recorre diariamente las calles de Diego de Almagro recolectando latas de cerveza –y de pasadita llevarse algún suvenir-, las que luego vende por nada o casi nada, “que no es lo mismo, pero es igual”. El ministro de economía diría que Marco pertenece a la economía informal, “los por cuenta propia”, o sea, “ráscate con tus propias uñas”; el profesor Max-Neef diría que pertenece a la “economía descalza” o economía domestica, esa invisible; nuestras abuelas por su parte dirían que pertenece a la economía del “pellejerío”, porque con su trabajo diario “Marquito” se “pellejea” con la vida, le pone la cara a la vida; Marco deja su pellejo en la calle. En este sentido ¿Cómo trabajará Marco en tiempos de pandemia? ¿Recibirá subsidio? ¿Se acogerá al trabajo remoto?
El sentido del trabajo de “Marquito” es invisible puesto que no está reflejado en el PIB del país, no desequilibra la balanza de pago, no afecta los indicadores macroeconómicos. El trabajo de “Marquito” no es productivo, es de supervivencia. Empero, Marco tampoco recibe condecoración el 1° de mayo, no es reconocido como trabajador ejemplar ni como hijo del carpintero. Tampoco dará discurso sobre el significado del trabajo, ni de la explotación ni del sufrimiento del proletariado, con suerte le tocará una churrasca o una empanada en el día del trabajador. En definitiva, parafraseando y garabateando con Fito Páez, diríamos que el sentido del trabajo de Marco “no pertenece a ningún ismo”: sindicalismo, socialismo, comunismo, teologismo, izquierdismo, derechismo, anarquismo, populismo, arribismo o carerajismo.
¿Quién es Marco, entonces? ¿Un niño con tarea para la casa o un hombre que deja el pellejo trabajando? ¿Un discípulo del Maestro que asiste a misa o un maestro de la vida sin discípulos? Marco es un hombre atrapado en alma de niño que acompaña a su madre a la feria y al banco; un niño hombre que se sienta afuera de la agencia del Pullman a esperar el bus y ver a los que se van y los que llegan, tal cual lo hacían muchos Diegopueblohundianos en la estación del ferrocarril; Marco es de esos seres humanos que nunca parten y nunca llegan o que llegan una vez y se van una vez, que hacen la vida de la cuna a la tumba en un mismo lugar. ¿Quién es entonces? No sé la respuesta, tal vez es todo lo anterior y como solo sé que nada se, diría que cuando nos aventuramos al Diego de Almagro profundo, nos encontramos con el Pueblo Hundido que se enraíza en seres humanos como “Marquito” y como Felipe.