2 abril, 2025

Historias de aluvion parte 4 10 Años

(Alex Vigueras Cherres, sscc)
[Relato basado en entrevista a «Aurora», realizada en diciembre de 2017. Aurora, Laura y Marina son nombres son ficticios]
El año 2015 Aurora vivía y trabajaba en “El Matta”, un local nocturno, en el sector de Los Héroes en Diego de Almagro. La dejaban vivir allí con sus dos hijas, Laura y Mariana (de 20 y 10 años, respectivamente). Ya estaban acostumbradas a esa vida, al mismo tiempo, bohemia y familiar. En efecto, eran como una gran familia con las otras trabajadoras del local y con La Maiga, su dueña.
La tarde del día 24 todo era fiesta en El Matta. Les habían avisado que como a las 4 de la tarde empezaría a correr agua por el Río Salado, que pasa justo al lado del local, así es que desde esa hora habían estado esperando. Y cuando comenzó a pasar el agua todo fue alegría. Se reían como niñas chicas, se tomaban fotos haciendo sus mejores poses. Aurora se tomó varias fotos con sus dos hijas y con Maiga, a la que le tenía un cariño especial. Brindaron, comieron y hasta bailaron. Aurora no recordaba un momento así en que todas estuvieran tan felices y tan unidas, compartiendo solo entre ellas. Ya cuando comenzó a oscurecer sintió frío, así es que buscó a sus hijas y se fueron a acostar. Sus compañeras siguieron con la fiesta. Algunas ya estaban medio mareadas porque habían tomado varias copitas. Había comenzado a llover.
El sonido del agua golpeteando en el techo le trajo recuerdos de su casa en la cuarta región, desde donde un día había partido buscando una vida mejor. Se acordó de su casa, del sauce llorón bajo el cual le gustaba recostarse cuando era niña, de los animalitos que criaba como mascotas. Y entre recuerdo y recuerdo, Aurora se quedó dormida.
Se despertó bruscamente cuando escuchó los gritos:
– ¡Se está entrando el agua! ¡Vengan a ayudar!
Al inicio el agua comenzó a escurrir por las paredes, porque las canaletas para la lluvia estaban mal instaladas. Al cabo de unos minutos Aurora sintió el agua en sus pies. Ya había comenzado a escurrir por los pasillos. Una de las chiquillas llegó con unos baldes y les gritó:
– ¡Hay que sacar el agua!
Aurora se arremangó el pantalón del pijama y se puso a llenar un balde. En eso estaban cuando llegaron corriendo dos compañeras, gritando como locas:
– ¡Se está saliendo el río! ¡Se cayó el puente!
Otra de las compañeras ordenó:
– ¡Traigan las calaminas !
Entre cuatro chiquillas fueron a buscar unas calaminas viejas que tenían en el patio. Las pusieron una al lado de otra, apuntaladas con palos y fierros para tratar de contener el agua. En eso se les viene encima una verdadera ola que les cayó de golpe, reventando justo en la pared de la casa donde vivía la Maiga. Se llevó casi la mitad de la casa. Eran como las seis y media de la mañana.
Cuando vieron la fuerza del agua todas salieron arrancando; así en pijama como estaban, pues no alcanzaron a sacar nada. Aurora, Laura y Mariana iban tomadas de las manos. Aurora sentía que las piernas se le doblaban y se le apretaban la garganta y el estómago, sobre todo por el ruido ensordecedor del agua. De repente se le suelta Mariana, que cae al suelo y comienza a ser arrastrada por el torrente que se había formado en la calle. Y, cuando Aurora se dispone a correr para ir a buscarla, siente que Laura la tira con fuerza del brazo para el otro lado, porque se les venía encima una camioneta arrastrada por el agua. Aurora se puso a gritar:
– ¡Mariana! ¡Mi Mariana! ¡Se la lleva el río! ¡Ayuda!
Veía como se alejaba su hija que hacía intentos de nadar en medio de la corriente. Su cabeza aparecía por sobre el agua y volvía a sumergirse. Justo en ese momento llega un primo que las andaba buscando, pues no habían sabido nada de ellas. Cuando estaba a algunos metros escuchó los gritos de Aurora y comprendió lo que pasaba. Inmediatamente se puso a correr tratando de alcanzar a Mariana. La primera vez alcanzó a tomarle la mano, pero se le soltó. Entonces corrió más fuerte tratando de adelantarse un poco a ver si podía bloquearle el paso. Cuando le pasó por el lado la alcanzó a agarrar del pelo. Había corrido como dos cuadras. Aurora y Laura llegaron corriendo, llorando a gritos. Se abrazaron lo más fuerte que pudieron tratando de darle un poco de calor a Mariana que, además de mojada y embarrada, estaba toda machucada, ensangrentada por unas heridas en la cara. Aurora, por su parte, no paraba de decirle a su primo:
– Gracias, gracias… si llegabas un minuto más tarde mi Mariana estaría muerta.
Como el agua se había llevado el puente frente a la COPEC, quedaron aisladas. Era imposible cruzar el río. Era tanta la fuerza del agua que traía de todo: piedras enormes, camiones y muchos animales muertos: perros, burros, cabras. Estuvieron día y noche sin dormir, todo el tiempo mirando si había señales de los rescatistas. La Maiga andaba desesperada, en shock, pasándole lista a sus niñas, para que no le faltara ninguna. Cuando por fin las rescataron, las llevaron al albergue que estaba en la Escuela Aliro Lamas. Sus compañeras estaban tan mal que, apenas pudieron, regresaron a sus tierras: Coquimbo, Ovalle… nunca las volvió a ver.
En el albergue estuvieron como tres meses. Fue muy difícil ese tiempo… había mucha humillación. Eran como seis familias por sala, sin ninguna privacidad. La comida no era buena, pero, con hambre, se la comían igual. Los baños comenzaron a descuidarse y estaban en estado deplorable. Aparecieron infecciones. Las autoridades les decían:
– ¿Qué más podemos hacer?
Después de un tiempo, ahí mismo le dieron trabajo, en labores de limpieza. Desde entonces las cosas comenzaron a mejorar. Aunque lentamente, porque, después de lo vivido, Aurora se deprimió. Durante un tiempo no quería hacer nada, no se levantaba de la cama. Le dolió mucho perder todas sus cosas. Quedó asustada por el ruido del río que se le quedó como pegado adentro de su cabeza. Ahora siente cualquier ruido y se le acelera el corazón; como que deja de respirar. Se asusta con cada camión que pasa. Le cuesta dormir.
Actualmente Aurora tiene su propia casa y es abuela. Laura trabaja y Mariana estudia una carrera técnica. Todavía le cuesta acostumbrarse a no tenerla a su lado, pues estudia lejos de Diego de Almagro. Cuando está reunida toda la familia Aurora se pone feliz, se relaja, se ríe por cualquier cosa. Sus hijas le dicen que se le ilumina la cara. Lo que sí sabe Aurora es que en esos momentos como que vuelve a vivir; se le olvidan las tristezas, los ruidos, las humillaciones.

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